‘Estado eléctrico’, se olvida tan rápido como termina

La nueva apuesta de los hermanos Russo, «Estado eléctrico», es una ambiciosa producción de Netflix con un presupuesto colosal de 320 millones de dólares. Sin embargo, pese a su impecable despliegue de efectos visuales y su integración fluida de CGI con actores reales, la película carece de lo más importante: alma, emoción y entretenimiento.
Basada en la novela ilustrada de Simon Stålenhag, la historia transcurre en una versión alternativa de los años 90. Los robots, antes dóciles, se rebelan contra la humanidad en busca de libertad. La premisa es interesante, pero el guion de Christopher Markus y Stephen McFeely —veteranos del MCU— se queda en lo superficial. La cinta parece un producto diseñado por inteligencia artificial: una mezcla de “Star Wars”, “Avatar” y el cine de Steven Spielberg, sin el corazón ni la profundidad de esas referencias.
El personaje central, interpretado por Millie Bobby Brown, es una adolescente rebelde que se une a un robot en su travesía. En lugar de la tradicional dinámica padre-hijo, aquí se presenta una relación fraternal llena de sentimentalismo forzado. El villano de turno, encarnado por Stanley Tucci, carece de matices y es simplemente un obstáculo sin gran desarrollo. Chris Pratt, en un rol similar al de “Guardianes de la Galaxia”, tampoco logra conectar, pues su humor resulta torpe y poco efectivo.
Aunque el mundo postapocalíptico se retrata con detalle, la película no justifica su abultado presupuesto. La puesta en escena es funcional, pero sin la fuerza cinematográfica que los Russo mostraron en “Infinity war” o “Endgame”. Desde que dejaron Marvel para enfocarse en el streaming, su estilo se ha vuelto más plano y desangelado, como ya se vio en “Cherry” y “El hombre gris”.
Las escenas de acción, aunque predecibles, son espectaculares en su ejecución. La batalla final es visualmente impresionante, pero se siente carente de impacto emocional. En cines, la experiencia puede ser llamativa, pero en una pantalla de televisión o un dispositivo móvil, es probable que pierda gran parte de su atractivo.
El mensaje de la película sobre la relación entre humanos y tecnología parece una copia diluida de “Blade Runner”, sin la profundidad filosófica que hizo de esa obra un clásico. En vez de explorar con seriedad la inteligencia artificial y la humanidad, la película se conforma con un discurso moralista y simplista.
La cinta, la más vista este finde en Netflix, se olvida tan rápido como termina.