Trumpismo sin Trump | Eduardo González
Hoy fue el último día completo de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos.
Lejos ha quedado aquel 2015 cuando el republicano anunció su intención de ser presidente. Pocos le creyeron. Menos fueron les que pensaron que ganaría. Muchos nos equivocamos.
En 2017 comenzó su aventura en la Casa Blanca con la mirada puesta, no en gobernar sino en dinamitar la democracia estadunidense y debilitar sus instituciones y la manera de hacer política.
De principio a fin, Donald Trump pisoteó las formas establecidas de hacer las cosas. Desde luego, fue llevado a la Oficina Oval por millones de votantes quienes vieron en él las mejores posibilidades de salir adelante de la multiplicidad de problemas que vivía la sociedad estadunidense.
A partir de mañana, Trump enfrentará un futuro incierto: el juicio político, la soledad partidista por parte de muchos republicanos y una serie de demandas económico-financieras en el ámbito personal y empresarial.
Deja a Estados Unidos como una nación quebrada formada por una sociedad atomizada y polarizada.
No obstante que tan solo 35 por ciento de la población respalda el trabajo del republicano, fueron 74 millones de votantes quienes apoyaron su permanencia en la Casa Blanca.
Esto nos muestra, a querer o no, que el trumpismo sin Trump no ha muerto.
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