Pescar entre escombros, la nueva actividad en Acapulco

Los daños a la infraestructura de casas, edificios públicos y mercados en la ciudad de Acapulco, Guerrero, no le ha impedido a los locales buscar vías alternativas de sustento con las escasas y deficientes herramientas de las que pueden hacer uso en las actuales condiciones del puerto marítimo y sus alrededores. Entre pedazos escombro sobre los cuales mañana con mañana van a lanzar el anzuelo, pescadores de oficio o improvisados acuden en masa a las orillas de la ciudad provistos de cañas y cebos para llevar algo de comer a sus hogares.

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Tras el paso del huracán John, que detuvo las vidas de miles durante un plazo menor a las tres semanas, hombres y mujeres residentes de la ciudad guerrerense y de localidades aledañas cuyo proceso de recuperación y adaptación a las circunstancias ha sido lenta en diversos aspectos, las últimas semanas del mes de octubre han buscado hacerse de un lugar entre la pedacera de tierra, escombro e inclusive paredes enteras que el empuje combinado del agua y las fuertes rachas de aire echaron abajo, encontrando que la fauna endémica de peces no ha dejado de nadar cerca de donde habitualmente habitaban, previo al desastre natural.

Allí, los pescadores lanzan a la suerte sus anzuelos y afirman a los medios haber logrado pescar diversas especies de animales comestibles, róbalos, pargos de hasta cinco kilos, camarones chacales y de castilla, con resultados que aun los menores de edad comprobaron, tras sumarse al esfuerzo colectivo de las familias acapulqueñas en traer de nuevo a la vida las actividades económicas de las cuales forzosamente dependen para subsistir.

Testimonios de los ahora pescadores más recurrentes afirmaron, además, que fue en un puente que comunica con el poblado de Revolcadero donde se ha registrado un mayor movimiento de personas y, al término de la jornada, luego de un par de horas, de cubetas o redes llenas de la pesca diaria.

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Hay el temor, sin embargo, con la creciente observada recientemente en la misma zona de Revolcadero, que lo anterior afecte a sus ingresos, pues, ellos comentan, se avecina la temporada vacacional del mes de diciembre y las predicciones en cuanto a la altura del mar son poco optimistas, manteniéndose el agua salada a doscientos cincuenta metros por encima de su nivel normal al cierre de esta nota.

Aunque a la ciudad han arribado funcionarios representantes de múltiples niveles de los gobiernos estatal y federal, concluyen, el trato recibido a la hora de realizar los cálculos y los estudios correspondientes faltaría de consumarse en «cosas tangibles», siendo los locatarios antes establecidos sobre la playa un sector de la población vulnerable a percibir bajas ganancias, como resultado del miedo entre los turistas de hospedarse, a riesgo de sufrir en carne propia los estragos de lluvias, tormentas e inundaciones.

Con información de La Jornada, José María Flores

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