‘Cónclave’, intriga y poder en el corazón del Vaticano
“Cónclave”, dirigida por Edward Berger, es un drama que explora el complejo proceso de elección de un nuevo Papa tras la muerte del pontífice. Basada en la novela de Robert Harris, la película combina intriga, política y rituales religiosos, creando un relato que mezcla solemnidad y tensión.
Ralph Fiennes interpreta al cardenal decano Lawrence, encargado de garantizar el buen desarrollo del cónclave. Aunque inicialmente reacio a su papel debido a sus propios conflictos de fe, Lawrence se convierte en un investigador moral al descubrir oscuros secretos que rodean a los principales candidatos al trono papal.
El cónclave, recreado minuciosamente en los estudios Cinecittà, se presenta como un evento cerrado al mundo exterior, cargado de simbolismo y misterio. Los cardenales, aislados y sin acceso a tecnología, deben deliberar en secreto hasta llegar a una decisión. La película destaca por la autenticidad de sus detalles, desde los vestuarios hasta las ceremonias, logrando una representación creíble de las dinámicas internas del Vaticano. Stéphane Fontaine, director de fotografía, aporta un estilo visual impactante, con imágenes que transmiten tanto la grandeza como la frialdad de las estructuras vaticanas.
La trama se desarrolla como un thriller político-religioso, donde cada conversación y decisión están cargadas de tensión. Berger maneja con elegancia las intrigas que emergen a medida que se revelan los intereses personales y las ambiciones de los cardenales. La actuación de Fiennes es sobresaliente, aportando profundidad emocional a un personaje dividido entre su deber y sus dudas internas. Lo acompañan Stanley Tucci, John Lithgow e Isabella Rossellini, quienes contribuyen a crear un elenco sólido y convincente.
La película recuerda a obras como “En el nombre de la rosa” por su atmósfera de misterio y a “La gran belleza” por su sofisticación visual. Aunque “Cónclave” aborda cuestiones de poder y fe, no escapa a ciertos excesos narrativos, especialmente en su acto final, que incluye revelaciones poco creíbles. A pesar de ello, la historia se mantiene cautivadora, con giros argumentales que despiertan reflexiones sobre la naturaleza del liderazgo y la integridad moral.
Berger y el guionista Peter Straughan ofrecen una crítica discreta, pero incisiva a las estructuras eclesiásticas, destacando cómo las instituciones pueden priorizar intereses políticos sobre valores espirituales. El filme también plantea preguntas sobre la tensión entre tradición y modernidad dentro de la Iglesia Católica. Estas cuestiones se presentan de manera accesible, aunque algunos espectadores podrían considerar que el enfoque de la película simplifica dilemas más profundos.
El aspecto visual es uno de los mayores aciertos de la película. La recreación de la Capilla Sixtina y otros escenarios del Vaticano es impresionante, y las tomas exteriores añaden una dimensión majestuosa al relato. Cada escena está cuidadosamente diseñada para adentrar al espectador en el ambiente cerrado y solemne del cónclave.
A pesar de sus debilidades, como la inclinación hacia el dramatismo exagerado en ciertos momentos, “Cónclave” es una obra sólida que logra mantener el interés del público. Sus momentos más potentes se encuentran en los silencios contemplativos, donde la tensión y el peso de las decisiones son palpables. La película se encuentra en cartelera.