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«Viene viene», el viejo oficio que deberá extinguirse

En Guadalajara estoy acostumbrado a pagar “peaje” cada que visito el centro, la zona Hipster de Chapultepec, cuando voy a comer a la colonia Chapalita, o cercano a un evento masivo.

Al llegar en mi auto, volteo al retrovisor y veo una franela girar y escucho el chiflido que me orienta como los sensores de reversa y me indica que debo detenerme, y observo como un hombre o mujer tiene el sus manos un bote con el cuál apartaba ese lugar, indicándome que ya es mi nuevo espacio de estacionamiento.

Depende del evento o lugar, debo de pagar una “tarifa” por anticipado entre 10 y 50 pesos –si es que es un lugar muy solicitado- o escucho el clásico “yo se lo cuido jefe” lo que me indica que hasta mi retorno debo sacar unas monedas y pagar.

Y digo unas monedas porque al paso del tiempo y con esto de la inflación y el alza del dólar, la tarifa ha subido. Ya no vale igual uno o dos pesos por ese lugar, es de “cinco varos” en adelante como dicen, y esto se lo digo porque una vez en la avenida Chapultepec, le di 3 pesos a uno de estos “trabajadores del chiflido”, y me alcanzó para regresarme ese dinero, argumentando que “me hacen más falta a mi”, tomé el dinero y reflexioné que lo había hecho enojar.

¿La Razón? Las principales calles de nuestra ciudad, desde hace muchos años tienen dueños: Los “Viene viene”, que para muchos son los secuestradores de la vía pública, y para otros, la seguridad de regresar y encontrar tu auto sobre las 4 ruedas (no sobre ladrillos), o lo más triste que sería no volver a verlo.

La historia de estos “trabajadores del trapo” data desde principios del siglo XX, cuando el caos vial amenazaba el centro de la ciudad de México, originado por los carruajes que coincidían en lugares importantes como el Banco de México o los restaurantes elegantes, y fue necesaria la presencia de los cuidadores, que se encargaban de distribuir a estos vehículos jalados por finos caballos.

Esta primera generación, dio paso a un gran negocio informal, que ha generado ganancias millonarias con la complicidad de la policía, el departamento de tránsito y movilidad y hasta algunos delegados sindicales que los han arropado, para cobrarles una parte del pastel a cambio de una buena calle.

En la actualidad, somos testigos de estas mafias callejeras de franeleros en las calles de las principales ciudades del País, apartando con cubetas o piedras igual frente a edificios de gobierno o espacios para eventos masivos.

El método es sencillo, una cuota a cambio del lugar o de lo contrario, rayan los autos, ponchan las llantas entre otras acciones, dejando un claro ejemplo de lo que es la extorsión, ante la mirada indiferente de las autoridades. De aquí el porqué les tenemos que pagar, no es por que nos cuiden nuestro auto, es para que no les hagan nada.

El pasado martes, el Alcalde de Guadalajara adelantó que hará una consulta ciudadana para plantear una estrategia de este tema, por las constantes quejas de la ciudadanía por los “viene viene”, y añadió que es un tema en el que hay que ser cuidadosos, sin dejar de observar que la problemática atañe al espacio público.

La postura de la ciudadanía es clara, acabar con esta práctica, aquí una muestra en nuestra encuesta:

Si el Alcalde de Guadalajara ya se subió al ring, ahora tendrá que entrarle y erradicar este oficio, dándole alternativas a esa gente para evitar el “efecto cucaracha” y que esos viene-viene solo cambien de municipio. De lo contrario, tendrá que pagar la factura en contra.